La institución y los documentos

Las actas capitulares integran una de las series del Fondo Documental del Cabildo de Santa Fe y ellas dan cuenta de las atribuciones que tuvo la institución desde la fundación de la ciudad, el 15 de noviembre de 1573, y el rol que jugó en el proceso de formación y desarrollo de este núcleo urbano.

"El primer documento producido en la ciudad es el acta que hizo levantar Juan de Garay en el momento de fundarla en aquel 15 de noviembre de 1573." ...

"Juan de Garay, capitán y justicia mayor en esta conquista y población del Paraná y Rio de la Plata, digo que, en el nombre de la Santísima Trinidad y de la Virgen Santa María y de la universidad de todos los Santos, y en nombre de la real majestad del rey don Felipe, nuestro Señor, y del ilustre señor Juan Ortíz de Zárate, gobernador, capitán general y alguacil mayor de todas las provincias del dicho Rio de la Plata, y por virtud de los poderes que para ello tengo de Martín Suárez de Toledo, teniente de gobernador que al presente reside en la Ciudad de la Asunción, digo que, en el dicho nombre y forma que dicho tengo, fundo y asiento y nombro esta ciudad de Santa Fe en esta provincia de calchines y mocoretaes, por parecerme que en ellas hay las partes y Cosas que conviene para la perpetuación de la dicha ciudad..."

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Cabildo de Santa Fe

Fotografía antigua del cabildo de Santa Fe, antes de que fuera demolido

 

El cabildo

El Cabildo, era un cuerpo colegiado, que tenía a su cargo el gobierno de la ciudad y los campos aledaños que le correspondían. Entre sus numerosas funciones se destacaban las de justicia, policía de seguridad y cárceles; administración de los bienes del dominio público y privado de la corporación; de las comunicaciones interurbanas y el tránsito; de la protección de las fronteras frente a ataques o amenazas; del comercio y el abastecimiento; del trazado y cuidado de las calles; la reglamentación de las edificaciones; la higiene y la moralidad pública; la enseñanza primaria y el patronato de menores e incapaces.

Los miembros que lo integraban eran elegidos anualmente entre los llamados "vecinos" y la corporación saliente elegía a los nuevos integrantes.

En 1810, al producirse la ruptura con la metrópoli, a las funciones habituales se incorporan atribuciones políticas relativas a la representación y soberanía. Esta etapa de transformación y “apogeo” fue seguida en la década posterior de un proceso de conflictos de poderes y declinación, frente a la formación de un nuevo espacio político “el estado provincial”, hasta su desaparición en 1832 por decreto del propio cabildo.

La conservación del fondo documental respondió a lo dispuesto por la legislación indiana que se mostraba celosa por la guarda de este material que reflejaban los derechos, obligaciones y actividades de los órganos administrativos aunque, los conflictos políticos, sociales y económicos. Las vicisitudes del paso del tiempo y cierta apatía, produjeron algunas pérdidas de documentos.

El Cabildo santafesino atento a las disposiciones recibidas ordenó, en 1647, la construcción de una caja con sus tres llaves reglamentarias y, años después del traslado al nuevo sitio, la continuación del inventario iniciado dado el desorden en que se hallaban los documentos.

Las Actas constituyen una fuente de información irremplazable e inagotable tanto para el estudio de la institución como para todas las expresiones de la vida cotidiana de los santafecinos ya que, la entidad que las produjo, era la más cercana y visible de la ciudad.

Estos aspectos, ayer y hoy, generan una demanda importante para su consulta por parte de una amplia gama de investigadores locales, nacionales e internacionales que podrán acceder al original o a los instrumentos de descripción, de alta calidad informativa, mediante la red.

El fondo documental del Cabildo cuenta con otras series como cédulas y provisiones reales, ordenanzas y pragmáticas reales, autos, libros de impuestos, etc, y ha llegado hasta nuestros días con algunas "lagunas".

En particulas las Actas presentan las siguientes lagunas:

1573-1575: corresponde a los primeros años de la fundación de la ciudad
1596-1614: no se tienen referencias
1659-1660: período de trasmuta desde Santa Fe “la Vieja” al nuevo sitio
1807: sin referencias

Otras, correspondientes a las funciones judiciales durante el año 1.800, han sido desmembradas y se encuentran en el Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales identificadas en la Serie Expedientes Civiles, T.49, Leg. 666, f.1 a 70 v.

Finalmente otro grupo de documentos del período 1809-1832, que se estimaban perdidos o inexistentes, entre los cuales también se encuentran notas y acuerdos fueron recuperadas por vía judicial federal en 1989 mediante secuestro en cumplimiento del art. Nº 2340, inc. 8º del código civil:

a.- Acuerdos -en legajos-: 1809, 1810, 1812, 1813, 1814, 1815, 1821, 1822-23, 1824-1825, 1826-27 y 1828-29. no tienen continuidad
b.- Notas: 1816-1832 (un legajo).

 

José Rafael López Rosas, historiador de Santa Fe escribe sobre las actas lo siguiente...

 

‶La vida diaria

Nada podía tener validez ni razón de ser si no pasaba por el Cabildo. En él se "cocinaban" -a buen decir-todos los asuntos. Desde el más grave hasta el más pueril.

En enero de 1575, Francisco de Sierra, gobernador, entrega la vara de alcalde ordinario a Antonio Tomás, hombre de confianza de Garay y el primer músico que tuvo Santa Fe.

Pero los tiempos urgían: los indios atacaban, la sequía era grande y la mísera economía familiar se venía abajo. Por ello se formula una petición "para que se fabrique pólvora, se provean pesas y medidas, se tasen los trabajos y se ponga precio al hierro, acero, papel, lienzo, garavatá, tocino, maíz, queso" y otras mercaderías.

 

La primera revolución santafesina

Como es sabido en 1577 se produce en Santa Fe la primera revolución contra el poder establecido. Esta vez, contra Diego Ortiz de Zárate y Mendieta, sobrino del adelantado Ortiz de Zárate, quien había instalado en la ciudad de Garay la sede provisoria de su poder en su carácter de gobernador delegado del Río de la Plata.

Estallada la revolución, depuesto el joven gobernante y enviado a España en una carabela - larga historia, que obviamos- la ciudad vuelve al ritmo de siempre; y así es como el Cabildo solicita a don Francisco de Sierra asuma nuevamente sus funciones de teniente gobernador. Si embargo, se niega éste, dando por razones su mucha edad, amén de encontrarse ausente de su hogar (en Asunción) desde hacía más de cuatro años. En virtud de esta respuesta el Ayuntamiento decide imponerle prisión, a cumplir en su casa; embarga sus bienes y le da 24 horas para que reasuma el mando. Tal es la insistencia de sus pares que el interpelado acepta asumir el cargo.

Este clima de revolución produce la huida de muchos soldados y vecinos, temerosos de represalias o buscando un lugar más tranquilo donde vivir.

Ante este desbande, el Cabildo el 13 de mayo de 1577 prohibe ausentarse de la ciudad a ningún español y niega su salida a Pedro de Vega, por ser el único maestro de escuela existente en Santa Fe. Meses más tarde hará lo mismo el Cabildo, impidiendo la salida del cirujano Andrés de Arteaga (17 de junio de 1578).

Cabe recordar. que Diego Ortiz de Zárate, "joven bullicioso, de procederes ruines y de costumbres perdidas" -según Guevara-, entre sus caprichosas resoluciones dio un bando ( el 23 de junio de 1576 ) ordenando que desde ahí en adelante la ciudad se llamara "Santa Fe de Luyando" so pena de doscientos pesos al que contraviniese su mandato. Felizmente, al regreso de Garay la ciudad vuelve a ostentar su primitivo nombre.

 

Juan de Garay, teniente Gdor. del Río de la Plata

El 26 de julio de 1578 , Garay, de regreso del Perú, presenta al Cabildo de Santa Fe una provisión donde Juan Torres de Vera y Aragón -sucesor de Juan Ortiz de Zárate- lo designa en carácter de teniente de gobernador del Río de la Plata. Ante la presencia del cuerpo capitular, el general don Juan de Garay asume la vara de teniente gobernador de todo el territorio del Plata. Es aceptado como fiador del nuevo mandatario, don Pedro de la Puente, vecino de Asunción.

 

La Revolución de los 7 Jefes

Es interesante destacar cómo en ninguna de las actas del Cabildo de Santa Fe durante el año 1580, incluso en las de junio de ese año y en las de las semanas posteriores a Corpus, en cuya víspera se había producido el alzamiento, se encuentra referencia alguna sobre un hecho de tanta resonancia y gravedad. Solamente el acta del 1° de enero de 1580 da cuenta de la elección dedos nuevos cabildantes, entre los que se encuentran los nombres de Lázaro de Benialvo y Diego de Leyva, los dos cabecillas más afamados de la revuelta conocida tradicionalmente como la de los Siete Jefes. La última sesión del Ayuntamiento, anterior a la revolución, se produce el 15 de marzo de 1580. Luego viene el silencio. Recién el 20 de junio de" ese año, ocurrido ya el alza-miento, se reúnen los capitulares para aprobar el poder de Gonzalo Martel de Guzmán como nuevo teniente gobernador de Santa Fe, quien asume el 13 de julio en ese carácter.

Entendemos que el silencio de las actas sobre la histórica revolución de los mancebos de la tierra reside en que, por orden del entonces teniente de gobernador, Simón Xaques, el alcalde Pedro Oliver fue encargado de instruir el correspondiente sumario criminal, el cual se comenzó inmediatamente, estando desvinculadas desde ese momento del Cabildo todas las actuaciones referidas al alzamiento de junio. Este proceso llegó a acumular "dos mil doscientas fojas" y luego, con la aprobación de Garay, fue remitido a España.

Puede ser también que se hayan levantado actas del hecho que comentamos por parte del Cabildo, y que, más tarde, por orden de Garay, hayan sido destruidas por razones políticas o para evitar el procesamiento de algunos partidarios del fundador, vinculados involuntariamente en los hechos. Eso sí, si existieron esas actas, debieron ser levantadas en pliegos sueltos y no en el Libro Capitular, pues en los tomos correspondientes no hay señal de desglose.

 

Las 4 firmas de los jefes revolucionario
Las cuatro primeras firmas correspondiente a los jefes revolucionario Lázaro de Benivaldo, Diego de Leiva, Pedro Gallego y Rodrigo Mosquera. La última Cristóbal de Arévalo

 

Los años siguientes

En los años que siguieron a la Revolución de los Siete Jefes pocas cosas de bulto se advierten en la vida de la ciudad y del Cabildo. En enero de 1583 el señor teniente gobernador, por intermedio del Cabildo, dispone sobre el orden de los asientos para los días de fiesta y prohibe entrar a las casas del Ayuntamiento con armas, ordenando a su vez se apliquen penas a los señores alcaldes y regidores que falten a las sesiones. Al año siguiente se crea el cargo de macero en el cuerpo capitular. Y ante una grave invasión de langostas se dan plenos pode-res al procurador de la ciudad para que proceda a su destrucción. Se designa pregonero mayor, encargado de proclamar o vocear lo bandos del Cabildo, recayendo este nombramiento en el indio Diego, yanacona de don Juan Vallejo, quien se ofrece de fiador.

Mientras tanto, continúan las novenas y procesiones, el Paseo del Real Estandarte y los solemnes tedéum en honor de San Jerónimo y de San Marcelino, patronos de la ciudad. También divierten a los vecinos las fiestas populares, las carreras de caballo y los bailes, y a los hombres, las cacerías, especialmente, las de tigres.

Todo esto, en los descansos que les da el cultivo del trigo, de la vid y del algodón, como así también el laboreo de sus chacras donde crecen las legumbres para el diario alimento.

 

Donación a la Compañía de Jesús

En la sesión del 9 de enero de 1590 se informa que dos solares pertenecientes a don Diego Bañuelos fueron donados al Padre Armiño de la Compañía de Jesús "para que edifique en ellos casa y convento... y se haga la yglesia del nombre de Jesús". Para la tasación de estos solares se designa por parte del Cabildo a don Simón Figueredo, regidor, y por parte de su Magestad al factor Juan de Torres Pineda, acompañados por Domingo Viscaino, en su carácter de administrador de Banuelos.

Reunidos los tasadores, en nombre de "Dios y en su conciencia dijeron que tasaban y tasaron la dicha media cuadra en noventa pesos, por ser éste el justo precio que de presente vale...".

 

Convento para los mercedarios

Fray Baltazar Gudiñez, de la Orden de los Mercedarios, el 30 de agosto de 1593 solicita autorización para establecer una iglesia y convento en la ciudad. En efecto, el acta de ese día informa que dicho religioso compareció ante los capitulares manifestando que su prelado fray Francisco Velázquez le despachaba a esta ciudad "para edificar y poblar casa para la Madre de Dios de las Mercedes...".

Lo cual, una vez escuchado, los miembros del Ayuntamiento tuvieron presente que había en el ejido de la ciudad "una cuadra que compró Manuel de Frías, mercader de los bienes de José Dorantes", a quien "dándole y pagándole lo que le costó" podría ser utilizada en propiedad por el Reverendo Padre. "Que para la paga de dicha cuadra se pedirá una limosna general en esta ciudad; y así lo mandaron y ordenaron...".

 

Casa para Cabildo y cárcel

En febrero de 1590 los señores cabildantes dieron "poder y facultad" al regidor Diego de la Calzada para que se ocupara y viera a "las personas ya nombradas para que hagan las casas del Cabildo de esta ciudad y les apremie a ello para que las hagan dentro de los seis meses primeros siguientes...".

Como, al parecer, los trabajos no se hicieron, hubo otras designaciones; y como primera medida se procedió al pago del solar destinado para Cabildo, abonándose la suma de quince pesos a Feliciano Rodríguez. Y, más adelante, en vista de la poca preocupación de Diego de la Calzada, se designó al fiel ejecutor para que se en-cargara de las obras.

 

Los tiempos de pobreza

A fines del siglo XVI, la ciudad de Santa Fe pasaba por sus años de "vacas flacas". Cuando no eran los indios, eran las crecientes del río o las pestes. Los enfermos no tenían adónde "ir a dar", ya que "el edificio del hospital se hallaba derrumbado". Es por eso que en 1594 se adoptan medidas para restaurarlo, encargando este trabajo al alcalde de primer voto, Hernando de Osuna. Y para una mejor atención de los vecinos se resuelve que todos los años se designe a un mayordomo, elegido entre los señores alcaldes.

No faltaban tampoco las malas cosechas. Así, en setiembre de 1594 , el Cabildo se dirige a la Real Audiencia, haciéndole saber que ciertos pagos no pudieron hacerse en "lienzo y sayal" (moneda convenida) debido al fracaso de la cosecha "por las muchas aguas que ha habido". En consecuencia, solicita a los señores oidores que se permitan dichos pagos en "bueyes y caballos" que, por entonces, era la moneda usual en Santa Fe.

Y, entre las actas, observamos que ante la gran sequía reinante el cura de la ciudad hace celebrar 9 misas y procesiones "en honor de la Madre de nuestra Señora bendita", encargándose a los alcaldes recolectar las limosnas que den los vecinos, en ayuda de los más necesitados.

En este orden de ahorros y economías, el provisor y vicario general, ante un pedido de los vecinos, quejosos del costo de los aranceles eclesiásticos, ordena que rijan los establecidos por el arcediano Martín del Barco Centenera, que eran menos onerosos.

 

Hernandarias en Santa Fe

El 3 de mayo de 1615 Hernando Arias de Saavedra presenta ante el Cabildo de la ciudad de Santa Fe su título de gobernador del Río de la Plata y Paraguay, firmado por el rey en San Lorenzo (España) en setiembre del año anterior. Los capitanes Juan de Garay y Antón Rodríguez de Cabrera firman, tres días después, ante el Cabildo como "fiadores" del nuevo gobernante.

El 16 de ese mismo mes y año, Hernandarias designa al capitán Juan de Garay en carácter de maese de campo general del Río de la Plata y Paraguay y teniente gobernador de Santa Fe.

Largo sería de enunciar la fecunda y progresista obra realizada por Hernandarias, no sólo en Santa Fe sino en todo el extenso territorio sometido a su jurisdicción, pero, amén de conocida, escapa un tanto a la finalidad de este artículo.

 

Otras medidas y decisiones

Nadie podrá dudar de la formación religiosa de nuestro pueblo, en especial en aquellos siglos. Sin embargo, como había algunos remisos en cumplir con los preceptos litúrgicos, en febrero de 1616 el Cabildo establece penalidades para aquellos que no concurran a misa los domingos y fiestas de guardar. Las sanciones consistían en pagar con "papel para el libro del Cabildo", que al parecer escaseaba.

Se aplica también la penalidad de un peso a los cabildantes por cada vez que faltasen a las sesiones ordinarias.

Se resuelve que las rogativas por lluvia y para que cese la invasión de langostas, consistentes en tres procesiones, se lleven a cabo en las iglesias de San Sebastián, San Fabián, Santo Domingo y San Francisco el 23 de enero de 1617 .

Diego Suárez, pacífico vecino, solicita al Cabildo se le exima de la pena que le aplicó el fiel ejecutor por no carpir la calle y arrojar basuras en ella.

Se resuelve el establecimiento de una escuela, a cuyo frente estaría don Martín Angulo; tomando el propio teniente gobernador la tarea de verificar la asistencia de los alumnos. ¡Oh, tiempo de los moros! - como diría alguien - .

Según costumbre, aunque no siempre practicada, en enero de 1618 son sorteados los asientos de los regidores. El asiento o lugar que cada cabildante debía ocupar en las sesiones, en las fiestas o solemnidades públicas era asunto que tenía sus bemoles; y no pocas veces trajo dolores de cabeza a los gobernantes. Es de recordar cómo, en junio de 1810 se produjo en el Cabildo santafesino un grave tumulto por haber ocupado los jóvenes "levantiscos" que apoyaban la Revolución de Mayo los asientos que pertenecían a determinados alcaldes y regidores, llamados en el acta los "Padres de la Répública". Uno de éstos, Juan Francisco Tarragona, expresó que "a él no le antelaba el asiento el dicho maestro Galisteo, y que, por consiguiente, si se le daba preferencia se retiraría a su casa".

En julio de 1619 se resuelve que el clérigo Francisco Muñoz Olguín ejerza provisoriamente las funciones de "maestro de niños" hasta tanto se encuentre una persona más idónea.

Prosiguiendo con el tema del vino, resuelve el Cabildo que por intermedio del alcalde Pedro Hernández se intime a Pedro de Valdez para que, atento a las quejas de los vecinos, rebaje el precio del tan apetecido líquido elemento.

Se da poder a Pedro de Mendieta, procurador de la ciudad, para que gestione ante la Real Audiencia de la Plata la instalación de una aduana en la ciudad de Santa Fe para las mercaderías y esclavos que entraban desde el puerto de Buenos Aires.

En marzo de 1622 se acusa recibo al gobernador del Río de la Plata de las instrucciones que imparte sobre las honras y exequias que deben tributarse al rey Felipe III. Y el 27 de abril del mismo año son discernidos entre las autoridades los emblemas de las insignias reales que llevarán en las honras fúnebres que se tributen en honor de dicho monarca.

 

Disputa del poder

En la sesión del 8 de noviembre de 1622 el capitán Manuel Martín presenta su título de teniente gobernador de Santa Fe, expedido por el gobernador Diego de Góngora, en Buenos Aires, el 26 de octubre de ese año. El Cabildo santafesino hace presente que por real provisión todo título de teniente gobernador debía ser aprobado previamente por la Real Audiencia de la Plata. En virtud de ello, se resuelve que el interesado no está en condiciones legales de asumir el cargo. En diciembre de los mismos, insiste el capitán Martín, presentando esta vez ante el Cabildo un título de capitán a guerra de Santa Fe, con poderes para asistir a Cabildo y entender en todas las causas de gobierno, expedido también por el Gdor. Góngora. Se rechaza igualmente este nuevo título por las mismas razones legales ya expuestas, es decir, la aprobación de la Audiencia.

Pero he aquí que, en el mismo noviembre de 1622, el sargento Juan Bautista de Vega, alcalde del Cabildo, presenta título de teniente de gobernador de Santa Fe, dado por Diego de Góngora el día 14 de ese mes. Reunido el Ayuntamiento a tal fin, vuelve, éste, a renovar lo expresado en el caso del Cap. Martín.

Pero poco habrían de durar ambiciones y vida del sargento de Vega, ya que, por esos días, fallece en nuestra ciudad.

El pleito continúa. Y en virtud de ello, el Cabildo, para consolidar su resolución, acuerda que se inserte en el Libro Capitular la Real Providencia que exige la aprobación de la Audiencia de la Plata del título de todo teniente gobernador, antes de asumir su cargo.

El asunto parecía resuelto y encaminado según derecho. Sin embargo, luego de tantas pellejerías y en tuertos, el 6 de junio de 1623 , en solemne sesión, es aceptado como teniente de gobernador de Santa Fe el capitán Gonzalo de Carbajal, designado también por el generoso Diego de Góngora desde Buenos Aires. Y con gran sorpresa de los amantes de las disposiciones reales y de los defensores de la justicia, vinieran de Justiniano o de Alfonso El Sabio, el Cabildo - según el resumen del acta- admite la validez del título, sin llenar el requisito de la aprobación de la Real Audiencia de la Plata, "debido al estado peligroso en que se hallaban los caminos a esa ciudad". Cosas veredes, Sancho.

Así termina esta pesada recorrida por alguna de las actas de nuestro Cabildo, agradeciendo a quienes la publicaron y a quienes hicieron resumen de las mismas, ya que han facilitado nuestra labor de selección. Recorrer estas actas, donde está encerrada toda la historia de nuestro pasado colonial, es, sin duda, un verdadero placer.

Los guardacaballos

Como es de imaginar, la custodia de los caballos fue siempre uno de los más importantes quehaceres de la ciudad. El hombre de a pie valía poco. Montado, era el señor de la llanura. Desde los primeros años el Cabildo designaba a los vecinos que tenían que realizar este oficio. Para ello, en 1595 se da una reglamentación. El elegido tenía que recoger los caballos que estaban en custodia en las islas, todos los jueves, o si eran necesarios para un viaje, para preparar la defensa ante un malón, o "por regocijo". En estos últimos casos debía "cruzarlos" en seguida.

A los "Guardacaballos" se les pagaba un peso, anualmente, por cada animal que estaba a su cargo. Podía tener vecinos e indios a su servicio, y para recoger su tropa tenía que usar sus propios caballos. Debía mantener en estado a los corrales y, dentro de los mismos, debía usar solamente "lazo". En otra disposición se advertía que "si un caballo estuviese agusanado, debía llevarlo a la casa del dueño, quien le retribuiría con pollo" (moneda usual). En época de crecientes los animales tenían que ser traídos a tierra firme.

Para ejercer este oficio, el vecino designado tenía que dar o presentar la "fianza" de dos personas conocidas y solventes.

 

El padrillo

También era importante la designación anual de un "padrillo", para la ciudad, debiendo poseer, como es lógico, este animal las condiciones necesarias de todo buen semental. En enero de 1576 se señala un caballo de Francisco de Sierra. Se establece el precio de sus "servicios" y la forma de pago, que debía ser en trigo. Es interesante observar cómo, a falta de moneda; obraban las mercaderías como tal. Por eso, en junio de ese año se dispone que a falta de moneda para las transacciones comerciales los pagos-se hagan con "vacas, ovejas, pollos, cabras, caballos, cerdos, cueros de nutria o ciervos...".

 

Los oficios

Por otra parte, se reglamentan y tasan los oficios. Así se fijan los precios, por ejemplo de los sastres, es decir, lo que deben cobrar por la confección de una capa, un jubón, una saboyana, chamarras o calzones; o lo que deben cobrar los herreros por un par de espuelas, llaves de arcabuz, cuchillos, marcas para herrar, cerraduras, rejas, candiles, hoces o dagas. Y así, en todos los demás oficios.

El Cabildo ejercía como se puede advertir un control estricto de precios. Al comenzar cada año se señalaban los precios que debían regir en la compraventa del pan, harina, trigo y "otros mantenimientos indispensables"; impidiéndose algunas veces, en los años de mayor pobreza, la salida o exportación del trigo o harinas, al par que se obligaba a los vecinos de más recursos a exhibir o vender los productos que tenían acaparados. Durante muchos años la vara de lienzo fue en Santa Fe la moneda corriente. Unos borceguíes costaban una vara y media de lienzo; "un arado con timón de laurel", 2 varas; un pliego de papel, una vara; "una cama de madera con sus pilares", 4 varas de lienzo; y cambiando de moneda, "unas medias calzas" valían un pollo.

 

Los cargos del Cabildo

Como es sabido, de acuerdo con la importancia de la ciudad variaba el número de alcaldes y regidores que componían el Cabildo. Algunas veces se aumentaba el número; en otras, se reducía. Cuando el teniente Gdor. capitán Juan de Garay se hizo cargo, el Cabildo santafesino estaba integrado por dos alcaldes (de primero y de segundo voto); seis regidores; el procurador de la ciudad; un mayordomo; un alférez real; el fiel ejecutor; un juez de bienes de difuntos; el mayordomo del hospital; el alguacil mayor; dos alcaldes de hermandad y el escribano. Queremos agregar -para ilustrar al lector- que, con excepción de los alcaldes ordinarios y de la hermandad, el resto de los funcionarios del Cabildo tenían el título de "regidores". De aquí que el cuerpo capitular se dividía en dos partes: Justicia y Regimiento. La Justicia estaba ejercida por los alcaldes; el Regimiento, como su nombre lo indica, por los "regidores", que ejercían funciones administrativas. Cuando se reunían la Justicia y el Regimiento formaban el Ayuntamiento. Perdón por estas nociones elementales, pero, creemos, sirven al público.

 

Juegos de cañas y corridas de toros

No todo es trabajo y penuria. En medio de la pobreza los santafesinos tienen también sus diversiones, estando en primer lugar las corridas de toros y los juegos de cañas. En determinadas islas cercanas el Cabildo ponía en celoso cuidado a algunos "toros bravos". Imaginamos que serían de lidia o, al menos, con una sangre bastante parecida pese a los cruces. Anotamos alguna vez que para una fiesta de San Jerónimo las corridas programadas no pudieron llevarse a cabo en razón de "estar sitiados" los toros en la isla, debido a la creciente (setiembre de 1717).

En cuanto a los juegos de cañas, si bien no se llevaban a cabo todos los años, no dejaban de faltar en las grandes celebraciones.

Tal era el entusiasmo por este juego, que bien pronto cundió entre los indios de nuestra zona, en el siglo XVIII.

 

Sobre el estilo del lenguaje

En medio de las guerras contra el indio y la lucha por la subsistencia, no se olvidan la instrucción pública y los aspectos culturales. Así, en agosto de 1590 el escribano del Cabildo lee el texto de las instrucciones que acaba de recibir de las autoridades superiores, donde, luego de fijar determinadas conductas a observar por los. vecinos, da normas "sobre el estilo del lenguaje y la cortesía".

Vinculado con este tema idiomático, es interesante señalar el acta del Cabildo del 8 de febrero de 1595 , en que Jerónimo Pérez, residente en Santa Fe y vecino de Buenos Aires, presenta título de "lengua mayor", asumiendo a posteriori el cargo.

El nombramiento de esta persona como "lengua mayor" en el Cabildo de. Santa Fe dice entre otras cosas: "El capitán Luis de Abreu de Albornoz teniente de Gdor. y justicia mayor de esta ciudad y su jurisdicción... por cuanto no hay persona en esta ciudad que posea el oficio de lengua de los naturales en los pleitos que entre presentes se trata y conviene, para que se sepa a quién han de acudir cuando haya los tales pleitos y ser presentados en el tribunal de su medio como en los de los alcaldes... y estando en esta ciudad Jerónimo Pérez, residente en ella y vecino de la de Buenos Ayres, buen cristiano, temeroso de Dios Nuestro Señor y de su conciencia, y entiende bien la lengua de los naturales_ guaraníes y usará bien y fielmente el dicho oficio, y no hará cosa en contrario, pues es hombre de buena vida, honra y fama, y se le puede encargar del tal oficio... Yo, en nombre de su Magestad y del dicho señor gobernador, le nombro, elijo y señalo para ´lengua mayor´ de esta ciudad...".

En otra acta de 1595 se concede el adoctrinamiento de los naturales a fray Luis Díaz del Valle y se designa "lenguaraz" a Simón de Villalba.

 

Solicita vino para su curación

En la sesión del 5 de junio de 1595 tuvo entrada una solicitud de Gonzalo de Alcaraz, vecino de Santa Fe, pidiendo le mandasen vender vino "por cuanto tiene necesidad por estar enfermo, y que está presto a pagar lo que le fuere mandado en las monedas de esta ciudad".

Al parecer, los que tenían vino para la venta pública no lo hacían, por conveniencia, razón por la cual los miembros del Cabildo resolvieron que se le vendiera vino a don Alcaraz. En consecuencia, sabiendo que Justo Núñez Baca había comprado vino de Asunción y que, de las 40 arrobas que tenía almacenadas, había vendido tan sólo 8, ordenaron que, "atento la mucha necesidad que hay en esta ciudad en personas enfermas... el dicho comerciante vendiera 3 arrobas a dichas personas, quienes se lo pagarán luego en lienzo y sayal" (moneda entonces corriente); y, si éste se negara, "se le saque el vino de su poder y se lo deposite en una persona de con-fianza para que lo venda a las personas que tuvieran necesidad del dicho vino... Y que así se haga - terminan diciendo los cabildantes- por cuanto así conviene al pro de esta República".

Y así volaron de la bodega de don Núñez las tres arrobas, sin que tuviera tiempo de protestar; mientras, los fieles clientes de Baco, digamos, enfermos, se lo tomaban con sumo placer junto a las barrancas del Quiloazas.

 

Traslado del palo rollo

También por aquellos tiempos hubo traslados importantes, no de monumentos -como-es lógico- pero sí de otros símbolos. En efecto: el 18 de febrero de 1593 el Cabildo, por petición del procurador de la ciudad, don Hernán López, resuelve trasladar el palo rollo de la justicia, erigido en el medio de la Plaza Mayor a las afueras de la ciudad, en el Camino del Algarrobal a la ciudad, es decir, de donde partía la ruta hacia Córdoba. La decisión del traslado no era sencilla. El fundador de Santa Fe, el propio Juan de Garay, había determinado que "so pena de pena de muerte ninguno sea osado a quitarle o mudarle sin su licencia o de otra justicia de Su Magestad...". Era de recordar que junto a ese mismo palo rollo, símbolo de la justicia y del poder real, había sido ajusticiado Diego Ruiz, uno de los Siete Jefes, y que junto a ese mismo rollo se habían tirado los cuerpos apuñalados de Lázaro de Venialbó y Diego de Leiva, luego de ser muertos en casa del primero.

Sin embargo, el teniente gobernador y los señores cabildantes aceptaron la petición, encargando al alguacil mayor don Felipe Suárez todo lo concerniente al traslado.

Agustín Zapata Gollán, respetando la tradición y dándole realce al sitio histórico, una vez descubiertas las ruinas de Cayastá, hizo enarbolar en el medio de lo que fue la primitiva plaza un nuevo palo rollo -a imitación del primero-. El deseo del fundador quedaba cumplido.

 

Programa ADAI Archivo General de la provincia de Santa Fe