Sonia Scarabelli
(Rosario, 1968)
Publicó los libros de poesía: La memoria del árbol (Los Lanzallamas, 2000), Celebración de lo invisible (Premio Municipal de Poesía Felipe Aldana, Editorial Municipal de Rosario, 2003), Flores que prefieren abrirse sobre aguas oscuras (Bajo la Luna, 2008), El arte de silbar (Bajo la Luna, 2014), Últimos veraneantes de febrero (Bajo la Luna, 2020), La felicidad de los animales. Poesía reunida 2000/2021 (Bajo la Luna, 2021), que incluía dos libros inéditos, y Las cosas comunes (Bajo la Luna, 2025). En 2009 publicó La orilla más lejana en la Colección de crónicas de la EMR. En 2023 recibió el Premio Provincial de Poesía José Pedroni para obra publicada por Últimos veraneantes de febrero.
poemas
Cazan
Cazan en la mañana radiante de mayo
los chimangos
y oigo su anuncio áspero de presas
surcar el cielo con un grito.
Yo no he visto en esta gran ciudad
cazadores más justos que estos dos,
que en la mañana cazan para comer
a su hora y en punto simplemente,
tan atados a la cadena
como cualquiera de nosotros,
y que no andan acumulando hoy
lo que no necesitan acechados
por el temor del mañana que no ha sido.
Cuando los oigo pasar me quedo quieta
como si hubiera
algo sagrado sucediendo ahí,
y algo de mí
en la presa.
De Las cosas comunes, bajo la luna, 2025
Las cosas comunes
A Luján y Natalio
La amiga joven habla
de las cosas comunes
como quien sirve el plato de comida
en la mesa vacía del hambriento
y sin querer
hace doble el alimento.
Son las cosas comunes que nos unen
como lo dice el vaso
de vidrio en esa mesa
tan vieja,
no es cristal de Murano el que en la mano
un verano cualquiera
da de beber con gesto de artesano.
Hoy recuerdo a otra amiga
en el fraseo
corto del benteveo y lo recibo
como una cosa común, estar conmigo
y con ella,
que a estas alturas vive
yo no sé en cuál estrella.
Cuando es común la cosa,
son las cosas comunes las que rozan
la alegría
en medio del más triste de los días.
De Las cosas comunes, bajo la luna, 2025
El trabajo
Hablamos con mi hermano
de perder el trabajo
nosotros que pertenecemos
a esos y esas que tantas veces han perdido
el trabajo, los sueños, la paciencia
y miran con ojos extrañados
la incalculable pena que ata al mundo
un cuerpo con sus necesidades
de alimento, de techo, de descanso
insatisfechas y resulta
que tantas veces el mundo dice no
y da la espalda y pone
excusas que te ofenden
la inteligencia, las ganas de seguir.
Hablamos con mi hermano del trabajo
tan misterioso que es la vida, siendo
como hemos sido siempre
hijos de obreros.
De Las cosas comunes, bajo la luna, 2025
El poema de Rousseau
Lo que me falta aprender es infinito.
¿Viste cómo pasa el tiempo?
Las nubes sobre mi cabeza,
el limón en la rama,
todo quieto y moviéndose,
y al fondo,
la oscuridad y el miedo,
o el nirvana.
¿Quién sabe qué vendrá?
A veces siento
que estamos apretadas
como la planta en su semilla.
¿Para nacer a qué, a dónde?
A lo que importa,
luz de mi corazón,
a lo que importa.
De La felicidad de los animales, bajo la luna, 2021
Últimos veraneantes de febrero
Somos los últimos veraneantes de febrero,
llenos de lágrimas y autocompasión
porque el año fue duro.
¿Podría un río transparente lavar
corazones rotos en pedazos,
heridas que cierran superficialmente,
sueños insatisfechos hasta que la vida pierde
todo valor?
¿Basta un río de aguas cristalinas?
Eso era el tiempo y ahora
nos lo han quitado.
Somos los últimos veraneantes de febrero,
con el resto de fe que nos quedaba
emprendimos un viaje.
Cielo, árboles, piedras
y el agua de un río que corre entre montañas.
Ahí vamos a lavar nuestros pies,
ahí vamos a sumergirnos con los ojos abiertos
y a dejarnos llevar por la corriente que antes
estaba hecha de tiempo. ¿Recordamos todavía
su resplandor, cuando todo brillaba?
Vivir con un corazón roto, pero con un corazón,
eso ya es algo, decimos,
estando como estamos traspasados por el miedo
ante el fácil deslizarse de la vida
hacia otros cuerpos y otras
miradas felices.
Somos los últimos veraneantes de febrero,
marzo entra con lluvia.
El verano quedó atrás.
De Últimos veraneantes de febrero, bajo la luna, 2020
Corona del día
Una fila de árboles al oeste
perennes y caducos y una ruta lisa
por donde vamos pasando
como si la vida fuera esto,
ni duración ni muerte,
un instante perdido en la belleza
de ser nomás lo que es,
tiempo y cielo, sobre nuestras cabezas
por un segundo, la corona del día.
De Últimos veraneantes de febrero, bajo la luna, 2020